No por ventajistas, que lo son, las declaraciones, primero de Schuster o mejor dicho el silencio con el que insinuó que Raúl vetó el fichaje de Villa por el Real Madrid, y luego de Cicinho en las que el brasileño criticaba duramente al capitán calificándole de envidioso y denunciaba un trato de favor hacia él por parte del club, dejan un poso de duda que destapa otra versión del capitán blanco. Hay un Raúl de cara al exterior, ídolo, padre ejemplar, concienciado y activo en causas sociales y ejemplo para compañeros de profesión, técnicos, aficionados y periodistas y otro de puertas del vestuario hacia dentro que casi nadie conoce, pero que de vez en cuando unos pocos se atreven a desnudar. A las puertas del adiós, en su ocaso deportivo en el Real Madrid, a Raúl le empiezan a sacar ‘cadáveres’ y puede que no sean los últimos.
Raúl es el heredero de una filosofía arcaica que de forma voluntaria aceptó y acató. Raúl mamó lo peor de los que convirtieron los vestuarios y las concentraciones en los sitios menos democráticos del fútbol. Los tan manidos códigos, el misticismo de la caseta y la jerarquía impuesta van perdiendo peso y a Raúl le ha pasado factura, principalmente con la selección. Se dejó cautivar por el poder que le otorgaba el régimen establecido. El capitán del Real Madrid creció bajo el ala de Fernando Hierro tanto en el club como en la selección que le nombró sucesor. En la selección hubo una larga época en la que se instauró una especie de estado de terror que comandaban Zubizarreta primero y Hierro después. Amurallar el vestuario ante cualquier filtración, controlar el grupo y negarle el pan y la sal a los medios, aunque ahora alguno se haya situado y viva a este lado de la trinchera, era el objetivo. Una mirada de Hierro, en los dos sentidos, era suficiente para que cualquier internacional de nueva generación, regresase al redil con la cabeza abajo. Alguno de estos jugadores denunciaban off de record lo mucho que manejaban Hierro y Raúl en la selección. Desvelaban por ejemplo las reuniones nocturnas que se celebraban en la habitación del capitán durante el Mundial de Corea y en las que participaban el propio Hierro, Raúl, Morientes, Carcelén, el segundo de Camacho, y Pedro Chueca, el fisio que impuso Raúl desplazando a Miguel Gutiérrez. En ellas, dicen, que se hacían las alineaciones. La dimisión de Hierro después de Corea dejó a Raúl huérfano en la selección. Sólo Morientes, Michel y Cañizares amparaban al ‘7’. Ya con Luis y la llegada de la nueva generación Raúl se quedó sólo. La imagen en el Mundial de Alemania apartando compañeros para celebrar un gol en el banquillo con Salgado y Cañizares confirmó la llegada de nuevos aires a la selección. Los jóvenes Torres, Sergio Ramos, Iniesta, Cesc, Xavi e incluso Casillas impulsaron otro estilo de convivencia y de relacionarse. Famoso es el mal bautizado motín de Belfast en el que Raúl cavó su tumba intentando imponer a Luis Aragonés una demandas que exponía en nombre del equipo, pero eran suyas.
En el Real Madrid la aparición de los galácticos también cambió el régimen y Raúl perdió peso. Con los brasileños nunca se ha llevado bien y sus amigos se reducían al grupo de Figo, Morientes, Hierro y Míchel Salgado. Este le hacía de nexo con los brasileños, principalmente con Roberto Carlos que ha sido el brasileño con el que más afinidad ha tenido. Ronaldo, Beckham, Zidane, ahora Cristiano… Ninguno de ellos se ciñó a la cadena de mando. No les hacía falta ninguna figura para llegar al entrenador o al presidente.
Florentino tiene claro que la etapa de Raúl en el Real Madrid, la de Guti también, ha concluido. El capitán quiere seguir jugando y puede que lo haga fuera. El contrato vitalicio, si es que realmente existe, habrá que aplazarlo para su regreso a otras estancias del club. Lo peor para el capitán es que se ha abierto la veda para destapar actuaciones, actitudes y errores del pasado. Inmerecido por su trayectoria y sus conquistas, más en el Real Madrid que en la selección. Raúl debería poder terminar esta temporada por lo menos con un respetuoso silencio. Las venganzas llegan tarde.



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