Casillas también debería ser declarado Hijo Predilecto del Real Madrid. No negaré que me dio cierta envidia (sana, por supuesto) que El Sardinero ovacionase a Iniesta y Villa al ser sustituidos pese a la tunda que le estaban dando al Racing. En el Madrid se han marchado de una tacada Raúl y Guti y, de pronto, el Bernabéu se ha quedado casi sin símbolos a los que subir al altar de la idolatría. El único que se sostiene en lo más alto de la cumbre, como Edurne Pasaban con sus 14 ochomiles, es Iker. En Mallorca su equipo decepcionó a todos. Pero él cumplió, una vez más, con su parte del trato. Ni un gol encajado, la parada que le hizo a De Guzman fue soberbia, y una madurez que contagió a su sólida defensa.


Si Casillas, en su día grande con su precioso pueblo abulense, dice que "poco a poco este Madrid será algo grande", conviene hacerle caso. Él ya ganó una Liga después de un pírrico 0-0 en la primera jornada. ¡Y fue en el Bernabéu ante el Villarreal! El entrenador era Capello (digamos que del perfil de Mourinho) y esa tarde jugaban al lado de Iker cracks como Roberto Carlos, Cannavaro, Beckham, Raúl, Robinho, Guti y Van Nistelrooy. Tampoco fueron capaces de meter un gol ni con 82.000 fieles en las gradas. ¿Y saben qué pasó? Ese Madrid terminó cantando el alirón en Cibeles tras la heroica remontada del Clavo Ardiendo. Valdés, Puyol, Xavi, Iniesta y Messi saben de qué hablo. Ellos perdieron esa Liga...



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